Iluminación, riego y nutrientes: el trío mágico del autocultivo
Si uno falla… todo se resiente. Aprende a equilibrarlos como un verdadero maestro verde. 



La base del autocultivo: equilibrio, no improvisación
Cuando se trata de cultivar en casa, hay quienes piensan que basta con una semilla, un tiesto y buena intención.
Pero el autocultivo es mucho más que eso. Es un equilibrio constante entre tres pilares que lo sostienen todo:
La luz que activa la vida
El agua que fluye como sangre verde
Los nutrientes que alimentan la estructura y el alma de la planta
Juntos forman el llamado trío mágico del autocultivo.
Separados o mal gestionados… se convierten en el trío trágico del desastre.
Vamos a desglosarlos como se merece.
Iluminación: el motor del crecimiento
La luz es la energía primaria que permite que la planta realice la fotosíntesis. Sin buena luz, no hay crecimiento, no hay floración… y no hay cosecha.
¿Qué horas de luz necesitas?
Crecimiento (fase vegetativa): entre 18 y 20 horas de luz al día.
Floración: 12 horas de luz y 12 de oscuridad total (cuidado con las fugas de luz, que pueden estresar la planta).

Tipos de iluminación
Riego: ni seco… ni encharcado
Nutrientes: comida para la reina
La clave está en la armonía
Cultivar no es seguir una receta... es interpretar una vida vegetal.

Conclusión: cultiva con cabeza y corazón
Autocultivar es más que técnica: es conexión.
Y como toda relación sana, necesita atención, cuidado y equilibrio.
Dale buena luz para que crezca con fuerza.
Riega con sentido para que respire.
Aliméntala con lo justo para que florezca.
Y sobre todo… escúchala.
Porque si algo tiene esta planta, es que sabe hablar.